Girasoles para tapar el acoso y partidos de fútbol para distraer del asco: la infame campaña de José Ramón Enríquez

5/24/20252 min read

En Durango no tenemos una campaña electoral. Tenemos un circo. Y el maestro de ceremonias se llama José Ramón Enríquez. El doctor de las promesas rotas, el autoproclamado “sanador” del estado, el que cree que puede curar con girasoles lo que él mismo enferma con acoso, violencia psicológica y manipulación.

Sí, así de grotesco como suena. Mientras una joven excolaboradora tiene el valor de romper el silencio y denunciar lo que vivió trabajando bajo su mando —hostigamiento laboral, acoso sexual, presiones emocionales y económicas—, el candidato de Morena se dedica a organizar partidos de fútbol como si con eso pudiera patear la indignación de las mujeres fuera del estadio.

¿Su “estrella invitada”? Nada más y nada menos que Cuauhtémoc Blanco, el exgobernador de Morelos, otro personaje con más expedientes que goles: acusado de abuso sexual, señalado por vínculos con el narco y con una gestión pública tan turbia como sus amistades. Pero a Enríquez eso no le importa. Es más, parece disfrutarlo. Las diputadas de su propio partido le pidieron que no lo trajera… ¿y qué hizo? Lo trajo dos veces. Porque al Doctor Mentiras no le gusta obedecer ni respetar. Le gusta provocar.

Y todo esto, por supuesto, con dinero público. Porque ¿para qué invertir en seguridad, salud o programas para mujeres, si se puede despilfarrar en un estadio vacío? La promoción fue millonaria, las gradas estuvieron más vacías que su credibilidad y, aun así, ahí estaba él, sonriendo como si de verdad le creyéramos algo.

Lo realmente trágico es que Enríquez sigue vendiendo su imagen de “hombre honesto” mientras se acumulan testimonios de mujeres que lo acusan de ejercer violencia desde el poder. Ramos de girasoles como soborno emocional, invitaciones “laborales” fuera de la ley, y una constante: el control, el chantaje y el silencio. Todo disfrazado de “atención”, como si regalar flores pudiera tapar el abuso.

Pero no se equivoquen: esto no es un caso aislado ni un simple error de campaña. Es un patrón. Es una estrategia de simulación. Es un político que predica respeto mientras pisa la dignidad de las mujeres que trabajan para él. Es un aspirante que se presenta como salvador mientras reproduce la misma podredumbre que dice combatir.

Y es también, hay que decirlo, una burla monumental a la inteligencia de los duranguenses. Porque cuando más voces se atreven a denunciar, él responde con selfies con presuntos agresores. Cuando más se le exige una postura, él arma espectáculos de utilería. Y cuando más se le reclama justicia, él reparte flores.

José Ramón Enríquez no está en campaña: está en gira de negación. Y cada paso que da, confirma lo que ya muchos saben y pocos se atreven a decir en voz alta: que Durango merece algo mejor que un doctor que receta mentiras, que cura con cinismo y que, ante cada denuncia, responde con otra farsa.

Porque si lo que busca es sanar… primero debería empezar por mirarse al espejo. Sin cámaras. Sin porras. Y sin girasoles.